domingo, 29 de mayo de 2011

¿Hay posibilidad de entenderse?

Hace unos días tuve la oportunidad de consultar, enviado por un amigo, el resultado del denominado pulsómetro de la industria farmacéutica, realizado por Antares Consulting. Este pulsómetro explora de manera estructurada las opiniones de directivos de la industria farmacéutica con el fin de orientar la acción de estas compañías. Dejo a cada cuál que revise los resultados de esta encuesta de opinión y se centre en lo que le parezca oportuno. Pienso que en cualquier caso ayuda a conocer algo del lenguaje especializado y de los modelos de negocio y organización que maneja este tipo de industria. Por mi parte quiero centrarme en una de las conclusiones de este informe.


En un apartado denominado inteligencia competitiva, y en concreto en la diapositiva 23, se señala que casi la mitad de los encuestados opinan que no conocen suficientemente las tendencias del Sistema de Salud, así como que la mayoría opina que el modelo de negocio actual ha caducado.
Entiendo que es por esto por lo que la segunda conclusión, de un total de diez, de la que el informe califica como agenda del cambio, es "conocer las claves de funcionamiento del Sistema de Salud para identificar oportunidades de negocio".

Creo que es evidente la preocupación de la industria farmacéutica, que se da cuenta, entiendo, que el ritmo de negocio es insostenible, al menos con las viejas reglas del juego. No tengo muchas dudas respecto de que, al menos en parte, este tema viene vinculado a una crisis en el sector farmacéutico, que quizás sea semejante en otros sectores industriales, pero no creo que tanto, relacionada con lo efímero de los criterios de valor del producto. Como simple ciudadano me cuesta entender porque los productos farmacéuticos pueden valer muchísimo, no mucho, muchísimo, o casi nada, dependiendo de la coyuntura.

Sospecho, bueno yo estoy seguro, que entre todos hemos estado alimentado una hidra durante años acostumbrada a engullir beneficios exorbitados y todos, todos, hemos estado aprovechando el tránsito de dinero hacia sus fauces. El problema reside ahora en ver si la hidra va a decidir engullir carne en lugar de pescado, por decirlo metafóricamente. O no tanto en metáfora, porque quizás la carne que engulla sea, o es ya, humana. Si así fuera puede que todas las pesquerías entren en crisis, incluyendo industria especializada y decisores clínicos al viejo modelo.

Algunos amigos farmacólogos, como Juan Vicente Esplugues, ya hace años que me comentan que el modelo farmacológico clásico lleva tiempo agotado. Por mi parte pienso que los modelos de innovación biotecnológica son todavía emergentes en lo que se refiere a estructuración global y ofrecen por el momento una amplia fragmentación. Sospecho que la industria farmacéutica clásica ya no es para nada lo que era. No creo que sus valores hayan coincidido antes de manera plena con valores sociales de promoción de la salud y el bienestar, pero si que estimo que cuando menos sus productos, y la propia industria, eran parte del modelo de progreso hacia la salud. Mi impresión es que las fusiones industriales, la globalización, y lo que muchos percibimos como absoluta concentración y dominio del poder económico frente a otros elementos moduladores, como la propia voluntad democrática articulada clásicamente en forma de estados soberanos, tiene, entre otras muchas consecuencias, un efecto disolutorio de los viejos esquemas de la industria farmacéutica. No digo, y no creo, que los directivos de las compañías farmacéuticas, y desde luego sus departamentos médicos y de investigación, no sean personas dedicadas y especializadas en temas de salud, ni que carezcan de valores diferentes al negocio puro y duro. Lo que creo es que ya no son señores, sí es que alguna vez lo fueron, de los destinos de su sector. Puede ser una opinión gratuita, pero creo que ellos, esos directivos, aún del más alto nivel internacional, son los primeros que están en riesgo de perderlo todo y además de no entender nada, salvo quizás eso de que el mercado manda. Me da igual que la hidra se llame mercado, concentración económica, lobby o lo que cada uno buenamente quiera estimar; se lo dejo a los expertos, que no a los tertulianos.

En cualquier caso en este momento asistimos a un boom de incremento inasumible de los precios de los nuevos medicamentos lanzados para áreas como oncología, enfermedades inflamatorias o determinadas infecciones. En un mundo que no pensaba en términos de crisis, se jugaba con la idea que los sistemas de salud tendrían que aceptar, sí o sí, estos costes incrementales. Lo que ahora pasa es que la hidra y su voracidad, y sus cambiantes apetitos, está consiguiendo que estas estructuras aparentemente tan sólidas como son los Sistemas de Salud, que antes se veían determinados a pagar aún a su pesar,  ahora estén considerando que ya no pueden hacerlo, simplemente porque ha desaparecido el flujo económico, que dirigido a la hidra, también les alimentaba, al menos en parte. Como casi nadie, de manera individual, puede pagar por si mismo estos tratamientos, la partida se reorienta, al parecer y desde la industria farmacéutica, hacia como conocer el Sistema de Salud, para ver cómo puede salvarse el negocio. Pero no creo que eso vaya a a salvar nada si se siguen uniendo las dos premisas: conocer el Sistema de Salud, pero solo para hacer negocio.

Y entretanto, ¿qué pasa con nosotros?, los decisores periféricos del Sistema de Salud, los clínicos. Sigue siendo cierto que de nosotros depende optimizar las decisiones clínicas en cada paciente individual, o todavía en lo micro, mejorar el rendimiento de nuestras unidades clínicas. Esa es la batalla de la excelencia clínica, precisamente. Pero también es cierto que ya no somos tan atractivos, por usar un término simplemente descriptivo, para la industria farmacéutica en tanto que decisores, ya que la verdadera diana de decisión en términos de negocio se va deslizando desde ese decisor periférico (el médico o los grupos de médicos, principalmente) hacia el decisor meso (compradores centralizados) y se vislumbra ya que el escenario final será macro: el propio Sistema de Salud. Y por eso ahora viene la angustia de la industria y esa peculiar conclusión de que no sabemos anticiparnos porque desconocemos como funciona el Sistema de Salud. Esto es algo así como reconocer que anteriormente daba igual conocerlo, lo que al menos indica una gloriosa indiferencia rayana en lo olímpico.

Este aparentemente negativo escenario para nosotros, los clínicos, es al tiempo una oportunidad pero ciertamente de compleja ejecución. Resulta que en parte, el propio Sistema de Salud no sabe cómo funciona. Entiéndaseme, no estoy banalizando y mucho menos tachando de ignorantes a nuestros macrogestores. Me refiero a que las decisiones clínicas se toman en un ambiente de incertidumbre que en gran medida sigue teñido de cargas inaceptables de conocimiento implícito, que no siempre es adecuado. Es tiempo de que los clínicos, por fin, asumamos sin dudas nuestra posición en el sistema. Esta posición es central, protagonista, pero al tiempo requiere de una asunción de independencia de los proveedores en cuanto al reconocimiento del conocimiento explícito necesario. Requiere, además, un profundo rearme moral alejado de sentimientos de clase, para aproximarse de nuevo a la esencia de nuestra tarea que es eminentemente social. Y sobre todo exige un rediseño profundo de la forma en la que nos capacitamos y mantenemos nuestra capacitación. Necesitamos entrenamiento continuo, y reflexión, sobre la forma de tomar mejores decisiones, y acerca de la manera en que las tomamos.

Y el denominado Sistema de Salud, ¿dónde está? Llamémosle ya por su nombre, Sistema Nacional de Salud. El SNS está contra las cuerdas, pero al tiempo es nuestro adalid. Si a alguien debemos lealtad los clínicos es a la sociedad, y por tanto al SNS en tanto modelo social. Lealtad significa colaboración y entrega, pero también lucha por encontrar espacios en los que ir superando las grandes contradicciones internas de nuestro modelo.

¿El principio de una bonita amistad?
Y volviendo a la industria, pienso que debería hacer examen de conciencia y pensar seriamente en donde está, si completamente al servicio de los intereses de la hidra, o cabe un poco de reflexión interna para redireccionar el negocio con más inteligencia, a secas, aunque sea menos competitiva en el corto plazo. La idea sería menos obsesión con ingresos y crecimiento inmediato, y más reflexión sobre la propia sostenibilidad. Los lenguajes de la industria, de los clínicos y del SNS, están todavía extraordinariamente alejados entre sí. La industria utiliza la farmacoeconomía y aún la investigación clínica de una forma estrictamente instrumental. Pero el conocimiento necesario para la correcta toma de decisiones, en un ambiente de recursos limitados, pasa por un sereno juicio de oportunidad y eficiencia que solo puede proceder de un modelo de atención sanitaria regenerado. El grado de influencia de la industria en el profesional, casi absoluto hasta ahora, pierde enteros en tanto que las viejas estrategias de marketing deberían seguir siendo eficaces pero han perdido su supuesto, ya que el profesional ya no decide la parte que a la industria le interesa. Por otra parte, eso del liderazgo de opinión ya no se lo cree tampoco nadie. Que nos queda; sentarnos algún día juntos a ver si nos adaptamos a los nuevos paradigmas. Entretanto nuestra única oportunidad, la de los clínicos, es concentrar conocimiento útil para ejercer la medicina; podremos compartir ese conocimiento con la industria en caso de que quiera también entender y no solo ganar a corto plazo. Mi pregunta es si querrán verdaderamente saber cómo funciona esto, la parte sumergida de la práctica clínica. Si es que sí, es posible un entendimiento preliminar. De momento la alianza, la buena alianza, parece utópica, pero empezar a entenderse sería un principio. Ojo, entenderse en cuanto a de qué va eso de la atención sanitaria, no de qué va lo del negocio. Veremos... 

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