domingo, 26 de junio de 2011

Los límites entre salud y enfermedad: una perspectiva clásica de la OMS

En una entrada previa de este blog se inició una reflexión sobre los conceptos de salud y enfermedad, empezando con un repaso a la vigencia del naturalismo en la forma de entender estas nociones por parte del subconsciente colectivo de nuestra sociedad. Al margen de esto, la evolución cultural ha hecho que sea dominante la idea de que la salud tiene sobre todo que ver con la situación física y mental en que se encuentra una determinada persona, en un momento dado, condicionando el ejercicio de sus funciones individuales. Así, una sencilla definición de salud sería decir que es aquel estado que permite el normal desempeño de todas las funciones propias de la persona. Entonces, enfermedad podría ser definida como la ausencia de salud, o, dicho de otro modo, como la existencia de alteraciones (enfermedades) que afectan a las condiciones físicas o mentales de la persona, siendo capaces de interferir en el normal funcionalismo del individuo.

Es posible complicar algo más esta aproximación inicial a los conceptos de salud y enfermedad si, como es frecuente, se incluyen en la definición de salud las condiciones emocionales y sociales, además de las físicas y mentales. En la misma línea cabe extender la noción de funcionalidad normal del sujeto más allá de las tareas estrictamente fisiológicas, ampliándolas a las de relación y correcto ajuste con el entorno.

Precisamente, la que casi con seguridad es la más conocida definición de salud lleva al límite esta extensión de criterios. Nos referimos a la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) producto de la Conferencia Internacional de Alma-Alta en 1978. En ella la OMS define la salud no como la mera ausencia de enfermedad, sino como el estado de completo bienestar en lo físico, mental y social. Considera que es un derecho humano fundamental y que la consecución del máximo nivel de salud posible es el más importante objetivo a nivel mundial, para lo que se requiere la colaboración de los sectores sanitario, social y económico.

Pero, ¿dónde está el límite entre salud y enfermedad? En un extremo podríamos situar un irreal estado de máxima potencialidad física, psíquica, emocional y social, propio de superpersonas. En el opuesto estaría la más absoluta incapacidad para ejecutar cualquier función propia del ser humano. Por desgracia, al contrario de la ausencia de supermujeres o superhombres que reúnan en sí las máximas potencialidades humanas en todos los terrenos, sí existe una situación en que la persona está, en la práctica, absolutamente incapacitada para cumplir con cualquier tipo de función de relación social, emocional, psíquica e incluso física, más allá de lo estrictamente reflejo. Se trata del denominado estado vegetativo permanente (EVP). El EVP supone, sin duda, la situación real más cercana a la ausencia continuada de salud que puede plantearse.

Entre los extremos se situaría un amplio y poco definido espectro de estados entre salud y enfermedad. Para aclarar esta interfase, un primer punto de interés es tener en cuenta la duración de la alteración, disfunción o enfermedad, como un factor importante a la hora de estimar su impacto sobre la salud. Una cefalalgia aislada banal, o la pérdida transitoria de una correcta capacidad de relación social, motivada por una ocasional ingestión aguda de alcohol, no tienen, en general, un efecto relevante sobre el estado global de salud del individuo. Sin embargo, una violenta cefalea tipo migraña de presentación muy frecuente, o una también frecuente incompetencia en la relación social por alcoholismo crónico, sí tienen un importante efecto sobre el individuo, que ahora podrá perfectamente etiquetarse como enfermo. Un segundo punto a considerar es el impacto que la alteración que modifica el estado de salud tiene según momentos o individuos concretos. Volviendo al ejemplo de la intoxicación etílica, la misma ocasional toma de bebidas alcohólicas en un sujeto que a continuación debe conducir un vehículo sí puede tener un efecto demoledor sobre su salud, e incluso sobre la de terceras personas. Del mismo modo, en el caso de la cefalalgia aislada, en alguna ocasión podría no ser banal sino el síntoma de comienzo de una alteración más grave, tal como un síndrome de hipertensión intracraneana. Aún cabría añadir que la misma alteración en dos diferentes personas puede tener impactos radicalmente distintos. Para ilustrar este punto basta acudir a ejemplos sencillos como el del pianista profesional que desarrolla una artritis reumatoide, o el de la actriz que presenta una parálisis facial a frigore.

Al igual que para el individuo aislado la salud es un bien primario, en términos sociales la salud es un bien de prioritaria atención universal. Por ello, poco antes de la Declaración de Alma Alta, concretamente en mayo de 1977, la 30ª Asamblea Mundial de la Salud adoptó la resolución WHA30.43 en la que decidió que la principal meta social de los gobiernos y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los siguientes decenios, debería consistir en alcanzar para todos los ciudadanos del mundo, en el año 2000, un grado de salud que les permitiera llevar una vida social y económicamente productiva. Esta es la meta denominada popularmente como “salud para todos en el año 2000”.

Este ya clásico posicionamiento del máximo organismo internacional para la promoción de la salud refleja una relevante visión social del concepto de salud. Alejándose de una postura maximalista, o de más o menos complicadas definiciones teóricas, plantea que el primer objetivo de todo gobierno, sin duda de hondo calado ético, es la búsqueda de un nivel mínimo de salud que garantice una vida productiva, tanto en lo social como en lo económico.

viernes, 24 de junio de 2011

¿Nos los tomamos a broma?

A mi esto es lo que me ha mandado un amigo, y no uno de esos sesudos informes que comenta el creador de este blog, que por cierto no ha tenido más remedio que invitarme como co-autor.


¿Qué es lo que pensáis que esta más en la calle?



Ya os iré contando...

jueves, 23 de junio de 2011

AT Kearny para Farmaindustria: juicios sobre sostenibilidad del SNS

El pasado 23 de mayo publiqué una entrada en este mismo blog en la que me preguntaba si habría posibilidad de un entendimiento entre clínicos, Sistema Nacional de Salud (SNS) e industria sanitaria; ya me parecía esto bastante utópico como para hablar de eventuales alianzas. La reflexión venía a cuento del denominado pulsómetro de la industria farmacéutica elaborado por Antares Consulting, en el que, cito textualmente, se recoge la opinión de 35 directivos de compañías farmacéuticas sobre el estado actual y la evolución de los temas clave del sector. Una de las opiniones vertidas por estos directivos fue que no se conocían suficientemente las tendencias del SNS y que por ello no era posible anticiparse a los cambios. Me remito a lo publicado en la mencionada entrada del 23 de mayo respecto a cuál es mi opinión sobre este punto.

Ahora resulta que tenemos acceso a un nuevo documento, que estimo pretende llenar en parte esa laguna de conocimiento. Me refiero al informe La sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud: ¿Ha dejado la sanidad de ser una prioridad social? que ha elaborado A.T. Kearny, una consultoría internacional de dirección, para Farmaindustria. Ya que este informe es público creo que puede entenderse que desde esta estructura representativa de la industria sanitaria se desean aportar elementos claves destinados a enfrentar los que el propio informe señala como formidables retos de la sociedad española en temas de sanidad.

Tras de su lectura, mi corazón se ha quedado un tanto frío. Es un informe correcto, pero no innovador, y sobre todo me parece de perfil paternalista, y eso me preocupa. Si tuviera que resumir en pocas y llanas palabras lo que creo que es su mensaje diría algo así: tenemos un SNS razonablemente eficiente y es un valor social reconocido: pongamos más dinero en él y a partir de ahora vamos a hacer bien los deberes para que no vuelva a pasar eso de que nos quedamos sin dinero para pagar. Eso sí, entre la primera parte de loa al SNS y la última de mandato de financiación, se entretiene en dar consejos al sistema para que haga mejor las cosas.

El informe ofrece un resumen ejecutivo con un cuadro en el que se establecen sus principales recomendaciones, divididas en dos grandes bloques.


En el primero se ocupa de las que denomina mejoras en la utilización de los recursos. Sugiere gestionar mejor la demanda, integrar los cuidados de salud, trasladando la carga desde la atención hospitalizada a la primaria, los cuidados socio-sanitarios y la atención domiciliaria, mejorar la eficiencia, utilizar los recursos de la e-salud y finalmente definir un modelo estable para el sector de la salud. En fin, consejos que a pesar de ser coherentes suenan solo a marco general que poco o nada innova sobre lo que ya se viene largamente señalando en los círculos profesionales. El problema no es tanto sugerir vías de mejora, sino contribuir a que su puesta en marcha sea factible.


 La segunda parte de las recomendaciones se dirige a las soluciones de financiación. La receta es simple, como ya comentaba antes: destínese más dinero a sanidad, presupuestese correctamente y evitemos en el futuro crisis como la actual.

¿Qué echo yo en falta? Pues un poco más de autocrítica y un poco menos de carga de razón propia. Es cierto que el mercado sanitario es un importante motor económico. Pero no creo que sean sinónimos mercado sanitario y sistema de salud. Un sistema de salud se basa en primer lugar en la equidad. Por tanto es un debate ineludible hablar de una cartera de servicios justa. En segundo lugar, es una falacia ligar sin más innovación tecnológica a mejoras en resultados de salud. Lo importante no es tanto la calidad de la tecnología, siéndolo mucho, como los procesos de salud a los que se dirige, y sobre todo su capacidad para modificar los resultados de esos procesos. La gestión del conocimiento necesaria para los juicios de aplicabilidad de esa tecnología reside en los profesionales, a los que el sistema, no la industria, debe alimentar. Por ello, es también ineludible hablar del profundo conflicto de interés inherente a la actual forma de tomar decisiones, y sobre todo a la forma en que el conocimento es gestionado dentro del sistema. La financiación necesaria no solo debe dirigirse a pagar la tecnología y los sueldos profesionales, sino también y de forma imprescindible a garantizar la independencia del sistema en la promoción y gestión de su conocimiento. Un tercer punto fundamental es hablar claro sobre los costes incrementales de la tecnología sanitaria. El documento poco más o menos que acepta que esta escalada es inevitable. Quizás convendría un poco de reflexión interna desde la industria sobre la verdadera naturaleza de su forma de trasladar costes. ¿Valen los tratamientos y los dispositivos verdaderamente lo que cuestan? Está claro que la respuesta va a diferir según sea la perspectiva.

¿Cómo poder unir todos estos puntos?: equidad, resultados de salud objetivos, gestión del conocimiento y asunción de costes. Pues resulta que justo eso es un SNS. La verdadera reforma necesaria consiste en asumir que la posición dominante es la del SNS, y que la fuerza de este SNS procede solo y exclusivamente de su capacidad para decidir su propio destino y su propia gestión, y no tanto de su capacidad presupuestaria. El informe acierta, como no, al señalar que es inaceptable la infradotación presupuestaria, y aún más acierta al marcar como un riesgo terrible su deslizar por la pendiente de los impagos y la simple contención de gastos. Un SNS conceptualmente fuerte es dominante y por tanto capaz de conseguir de la sociedad a la que sirve los créditos necesarios en términos de presupuesto. El problema es que todos estamos debilitanto al SNS. Es imposible seguir negando la ausencia de identificación real de objetivos conjuntos para todos los implicados en el gobierno de la sanidad. Por favor, recapacitemos un segundo. ¿Cuando vamos a llevar el verdadero debate a donde debe estar, que es en la sociedad civil? ¿Cuándo vamos a empezar a tener la valentía de hablar de manera transparente? Si queremos salvar al SNS, fortalezcámoslo, todos, incluyendo desde luego ese espectador interesado que es la industria. ¿Cómo? Empezando a compartir riesgo, implicándose. Empezando a utilizar un lenguaje con menos marketing y con más convicción de contribución a verdaderos resultados de salud. Claro que merece la pena pagar, lo justo, incluyendo el beneficio de la industria, pero para aquello que vale verdaderamente en términos de salud.

martes, 21 de junio de 2011

Reflexiones sobre el concepto de salud: ¿Persiste la concepción naturalista de salud y enfermedad?

El pensamiento occidental está plenamente impregnado por la cultura griega clásica. Podría decirse, simplificando, que en la antigua Grecia bondad, belleza y salud eran términos inseparables. Para los griegos la salud es orden y la enfermedad desorden. Lo sano, lo bello y lo moralmente bueno coinciden con lo ajustado al orden de la naturaleza. En este contexto, la salud cabe entenderla, sobre todo, como una disposición natural, que puede desajustarse para entrar en otra situación de disposición antinatural, asimilable al concepto de enfermedad. Ya dentro de las enfermedades, el mundo clásico distinguía aquellas que acontecen “por azar” de aquellas otras que aparecen “por necesidad forzosa”. Las primeras, preternaturales, son accidentales y potencialmente curables. Las segundas son contranaturales e incurables, por lo que en este caso el médico sólo puede aliviar. Una consecuencia de este planteamiento era considerar que las enfermedades potencialmente curables obedecen a malos hábitos, son de carácter moral, y por tanto además de potencialmente curables son prevenibles desde el ejercicio de la moralidad de las costumbres. Por el contrario, las enfermedades contranaturales obedecen a causas imprevisibles, súbitas e incomprensibles. Son, en gran medida, de origen divino, es decir, enfermedades religiosas en lugar de morales. Para estos casos, la única posibilidad de curación era la de carácter milagroso.

Esta concepción naturalista de la salud y la enfermedad, que ha tenido su continuidad en el pensamiento cristiano, ha infiltrado decididamente nuestra cultura a lo largo de la historia. En gran medida, el pensamiento popular, y aún el de los médicos en tanto que ciudadanos de ese mismo pueblo, sigue entendiendo la enfermedad como un desorden generado por los malos hábitos del sujeto o, por el contrario, inducida por agentes externos ajenos a la voluntad del paciente. Realmente es muy tenue la diferencia entre esta postura y la de considerar directamente al enfermo como víctima de fuerzas incontroladas, o alternativamente como culpable moral de su mal.

lunes, 30 de mayo de 2011

Gestión clínica integral de la salud de usuarios y profesionales: una propuesta de excelencia clínica de Francisco García Abellán

Francisco García Abellán, coordinador en materia de riesgos laborales del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca, me hace llegar este comentario, que por su importancia creo que se merece una entrada propia y transcribo literalmente. 
Yo entiendo la excelencia clínica, en una acepción más avanzada y novedosa, Gestión Clínica Integral, es decir, es un campo en que el persona sanitario y usuarios son los protagonistas, pero al mismo nivel.
Me explico, hasta ahora, se programa todo para mejorar la salud de los usuarios: objetivos, campañas, recursos, prevención, etc. Nos olvidamos, nosotros mismos también, de la salud de los verdaderos protagonistas del sistema, los profesionales, en primer lugar usuarios del sistema, y en segundo lugar, profesionales con una gran experiencia y unos conocimientos adquiridos durante muchos años, difícilmente reemplazables, en la situación actual.
Por eso abogo por una Gestión Clínica Integral, en la que los profesionales realizan su trabajo dentro de las mejores condiciones posibles, es decir, se han tenido en cuenta sus necesidades en todos los campos, formación, prevención de riesgos laborales, salud laboral, etc. No podemos permitir que un trabajador de la sanidad enferme o sufra un accidente realizando su trabajo.
Para ejercer el trabajo, se necesita la tranquilidad de la seguridad, tenemos que conocer los riesgos y las medidas preventivas. Esto se conseguirá cuando en los procedimientos y protocolos se refleje las diversas actuaciones dirigidas a los pacientes y también, las medidas que se deben tomar para la seguridad del profesional que lo atiende.
En la actualidad, parece una idea un poco idealista, ya que somos nosotros mismos, los que valoramos poco nuestra salud laboral. La gran mayoría de nuestras actuaciones, en el día a día, pensamos en la salud del paciente y no en la nuestra.
Por todo ello, Excelencia Clínica Integral, de usuarios y profesionales.
Gracias, querido amigo, esperamos más aportaciones tuyas en este mismo tema o en cualquier otro que consideres.

domingo, 29 de mayo de 2011

¿Hay posibilidad de entenderse?

Hace unos días tuve la oportunidad de consultar, enviado por un amigo, el resultado del denominado pulsómetro de la industria farmacéutica, realizado por Antares Consulting. Este pulsómetro explora de manera estructurada las opiniones de directivos de la industria farmacéutica con el fin de orientar la acción de estas compañías. Dejo a cada cuál que revise los resultados de esta encuesta de opinión y se centre en lo que le parezca oportuno. Pienso que en cualquier caso ayuda a conocer algo del lenguaje especializado y de los modelos de negocio y organización que maneja este tipo de industria. Por mi parte quiero centrarme en una de las conclusiones de este informe.


En un apartado denominado inteligencia competitiva, y en concreto en la diapositiva 23, se señala que casi la mitad de los encuestados opinan que no conocen suficientemente las tendencias del Sistema de Salud, así como que la mayoría opina que el modelo de negocio actual ha caducado.
Entiendo que es por esto por lo que la segunda conclusión, de un total de diez, de la que el informe califica como agenda del cambio, es "conocer las claves de funcionamiento del Sistema de Salud para identificar oportunidades de negocio".

Creo que es evidente la preocupación de la industria farmacéutica, que se da cuenta, entiendo, que el ritmo de negocio es insostenible, al menos con las viejas reglas del juego. No tengo muchas dudas respecto de que, al menos en parte, este tema viene vinculado a una crisis en el sector farmacéutico, que quizás sea semejante en otros sectores industriales, pero no creo que tanto, relacionada con lo efímero de los criterios de valor del producto. Como simple ciudadano me cuesta entender porque los productos farmacéuticos pueden valer muchísimo, no mucho, muchísimo, o casi nada, dependiendo de la coyuntura.

Sospecho, bueno yo estoy seguro, que entre todos hemos estado alimentado una hidra durante años acostumbrada a engullir beneficios exorbitados y todos, todos, hemos estado aprovechando el tránsito de dinero hacia sus fauces. El problema reside ahora en ver si la hidra va a decidir engullir carne en lugar de pescado, por decirlo metafóricamente. O no tanto en metáfora, porque quizás la carne que engulla sea, o es ya, humana. Si así fuera puede que todas las pesquerías entren en crisis, incluyendo industria especializada y decisores clínicos al viejo modelo.

Algunos amigos farmacólogos, como Juan Vicente Esplugues, ya hace años que me comentan que el modelo farmacológico clásico lleva tiempo agotado. Por mi parte pienso que los modelos de innovación biotecnológica son todavía emergentes en lo que se refiere a estructuración global y ofrecen por el momento una amplia fragmentación. Sospecho que la industria farmacéutica clásica ya no es para nada lo que era. No creo que sus valores hayan coincidido antes de manera plena con valores sociales de promoción de la salud y el bienestar, pero si que estimo que cuando menos sus productos, y la propia industria, eran parte del modelo de progreso hacia la salud. Mi impresión es que las fusiones industriales, la globalización, y lo que muchos percibimos como absoluta concentración y dominio del poder económico frente a otros elementos moduladores, como la propia voluntad democrática articulada clásicamente en forma de estados soberanos, tiene, entre otras muchas consecuencias, un efecto disolutorio de los viejos esquemas de la industria farmacéutica. No digo, y no creo, que los directivos de las compañías farmacéuticas, y desde luego sus departamentos médicos y de investigación, no sean personas dedicadas y especializadas en temas de salud, ni que carezcan de valores diferentes al negocio puro y duro. Lo que creo es que ya no son señores, sí es que alguna vez lo fueron, de los destinos de su sector. Puede ser una opinión gratuita, pero creo que ellos, esos directivos, aún del más alto nivel internacional, son los primeros que están en riesgo de perderlo todo y además de no entender nada, salvo quizás eso de que el mercado manda. Me da igual que la hidra se llame mercado, concentración económica, lobby o lo que cada uno buenamente quiera estimar; se lo dejo a los expertos, que no a los tertulianos.

En cualquier caso en este momento asistimos a un boom de incremento inasumible de los precios de los nuevos medicamentos lanzados para áreas como oncología, enfermedades inflamatorias o determinadas infecciones. En un mundo que no pensaba en términos de crisis, se jugaba con la idea que los sistemas de salud tendrían que aceptar, sí o sí, estos costes incrementales. Lo que ahora pasa es que la hidra y su voracidad, y sus cambiantes apetitos, está consiguiendo que estas estructuras aparentemente tan sólidas como son los Sistemas de Salud, que antes se veían determinados a pagar aún a su pesar,  ahora estén considerando que ya no pueden hacerlo, simplemente porque ha desaparecido el flujo económico, que dirigido a la hidra, también les alimentaba, al menos en parte. Como casi nadie, de manera individual, puede pagar por si mismo estos tratamientos, la partida se reorienta, al parecer y desde la industria farmacéutica, hacia como conocer el Sistema de Salud, para ver cómo puede salvarse el negocio. Pero no creo que eso vaya a a salvar nada si se siguen uniendo las dos premisas: conocer el Sistema de Salud, pero solo para hacer negocio.

Y entretanto, ¿qué pasa con nosotros?, los decisores periféricos del Sistema de Salud, los clínicos. Sigue siendo cierto que de nosotros depende optimizar las decisiones clínicas en cada paciente individual, o todavía en lo micro, mejorar el rendimiento de nuestras unidades clínicas. Esa es la batalla de la excelencia clínica, precisamente. Pero también es cierto que ya no somos tan atractivos, por usar un término simplemente descriptivo, para la industria farmacéutica en tanto que decisores, ya que la verdadera diana de decisión en términos de negocio se va deslizando desde ese decisor periférico (el médico o los grupos de médicos, principalmente) hacia el decisor meso (compradores centralizados) y se vislumbra ya que el escenario final será macro: el propio Sistema de Salud. Y por eso ahora viene la angustia de la industria y esa peculiar conclusión de que no sabemos anticiparnos porque desconocemos como funciona el Sistema de Salud. Esto es algo así como reconocer que anteriormente daba igual conocerlo, lo que al menos indica una gloriosa indiferencia rayana en lo olímpico.

Este aparentemente negativo escenario para nosotros, los clínicos, es al tiempo una oportunidad pero ciertamente de compleja ejecución. Resulta que en parte, el propio Sistema de Salud no sabe cómo funciona. Entiéndaseme, no estoy banalizando y mucho menos tachando de ignorantes a nuestros macrogestores. Me refiero a que las decisiones clínicas se toman en un ambiente de incertidumbre que en gran medida sigue teñido de cargas inaceptables de conocimiento implícito, que no siempre es adecuado. Es tiempo de que los clínicos, por fin, asumamos sin dudas nuestra posición en el sistema. Esta posición es central, protagonista, pero al tiempo requiere de una asunción de independencia de los proveedores en cuanto al reconocimiento del conocimiento explícito necesario. Requiere, además, un profundo rearme moral alejado de sentimientos de clase, para aproximarse de nuevo a la esencia de nuestra tarea que es eminentemente social. Y sobre todo exige un rediseño profundo de la forma en la que nos capacitamos y mantenemos nuestra capacitación. Necesitamos entrenamiento continuo, y reflexión, sobre la forma de tomar mejores decisiones, y acerca de la manera en que las tomamos.

Y el denominado Sistema de Salud, ¿dónde está? Llamémosle ya por su nombre, Sistema Nacional de Salud. El SNS está contra las cuerdas, pero al tiempo es nuestro adalid. Si a alguien debemos lealtad los clínicos es a la sociedad, y por tanto al SNS en tanto modelo social. Lealtad significa colaboración y entrega, pero también lucha por encontrar espacios en los que ir superando las grandes contradicciones internas de nuestro modelo.

¿El principio de una bonita amistad?
Y volviendo a la industria, pienso que debería hacer examen de conciencia y pensar seriamente en donde está, si completamente al servicio de los intereses de la hidra, o cabe un poco de reflexión interna para redireccionar el negocio con más inteligencia, a secas, aunque sea menos competitiva en el corto plazo. La idea sería menos obsesión con ingresos y crecimiento inmediato, y más reflexión sobre la propia sostenibilidad. Los lenguajes de la industria, de los clínicos y del SNS, están todavía extraordinariamente alejados entre sí. La industria utiliza la farmacoeconomía y aún la investigación clínica de una forma estrictamente instrumental. Pero el conocimiento necesario para la correcta toma de decisiones, en un ambiente de recursos limitados, pasa por un sereno juicio de oportunidad y eficiencia que solo puede proceder de un modelo de atención sanitaria regenerado. El grado de influencia de la industria en el profesional, casi absoluto hasta ahora, pierde enteros en tanto que las viejas estrategias de marketing deberían seguir siendo eficaces pero han perdido su supuesto, ya que el profesional ya no decide la parte que a la industria le interesa. Por otra parte, eso del liderazgo de opinión ya no se lo cree tampoco nadie. Que nos queda; sentarnos algún día juntos a ver si nos adaptamos a los nuevos paradigmas. Entretanto nuestra única oportunidad, la de los clínicos, es concentrar conocimiento útil para ejercer la medicina; podremos compartir ese conocimiento con la industria en caso de que quiera también entender y no solo ganar a corto plazo. Mi pregunta es si querrán verdaderamente saber cómo funciona esto, la parte sumergida de la práctica clínica. Si es que sí, es posible un entendimiento preliminar. De momento la alianza, la buena alianza, parece utópica, pero empezar a entenderse sería un principio. Ojo, entenderse en cuanto a de qué va eso de la atención sanitaria, no de qué va lo del negocio. Veremos... 

lunes, 23 de mayo de 2011

Para seguir de alguna manera

El 23 de enero, hace ya cuatro meses inauguré este blog, en torno a la excelencia clínica. Entretanto algo hemos ido avanzando en el proyecto ligado a una sociedad científica que anunciaba como ilusionante. El día a día, y la bisoñez en estas tareas, han ido aplazando el momento de nuevas entradas. Hoy toca seguir de alguna manera, y lo hago al hilo de otro blog que sí que verdaderamente tiene mucho que aportar en torno a la excelencia clínica. Tanto es así que llevo semanas pretendiendo presentar aquí ese blog y reflexionar en su hilo. Pues bien, voy a hacerlo hoy pero de momento solo a propósito de su útima entrada que se titula la tutorización reflexiva. Viene bien por dos razones. La primera es que enlaza, otra vez de alguna manera, con ese ilusionante proyecto que luego, siquiera en síntesis, explicaré. La otra es que es probable que quién lea esta entrada del blog amigo que os recomiendo, se sentirá atraido para seguir leyendo en el blog, atrás y adelante, y seguro que aprovechará lo que allí se expone.

El blog que os recomiendo, por tanto, es el de la momia que habla. Curioso nombre, pensaréis. No es momento de explicarlo pero os podéis entretener un rato leyendo el relato de Allan Poe titulado conversación con una momia que algo tiene que ver con el nombre elegido. Bueno, el caso es que LMQH es una plataforma cultural cuyo producto más evidente es un conjunto musical del mismo nombre. De momento han publicado dos discos, el primero está en abierto y se titula siete preguntas. El segundo se llama instrucciones (para entender a una momia) y podéis descargarlo baratito en iTunes o acceder en napster o en spotify, por ejemplo. Pero resulta que su cantante y líder es médico de atención primaria y entre otras muchas cosas también se ocupa, y de qué forma, de reflexionar y ayudarnos a reflexionar sobre la práctica clínica, sus fundamentos morales, su justificación y sus fines, sus estilos y entresijos, y ante todo en su más fino enfoque en los tiempos que nos toca vivir. Este amigo, porque tengo la suerte de serlo, se llama Abel Novoa y os invito a que vayáis, si queréis vayamos juntos, descubriendo su pensamiento y brega.

Y ahora, antes de hacer un pequeño comentario sobre lo que me ha sugerido la entrada de hoy del blog de Abel, ya sabéis la tutorización reflexiva, adelanto de que va eso del proyecto ilusionante ligado a una sociedad científica. Hace ya unos dos años, un grupo de profesionales médicos de la especialidad de aparato digestivo entre los que me cuento, liderados por otro gran amigo, Enrique Domínguez Muñoz, plantearon una candidatura a junta directiva de la Sociedad Española de Patología Digestiva en un intento de contribuir al progreso colectivo de todos los especialistas de digestivo. En nuestra declaración de intenciones se señalaba como uno de los objetivos a conseguir el de contribuir a alcanzar la excelencia en nuestra práctica clínica, facilitando el acceso al conocimiento, su síntesis y crítica, aplicándolo en un entorno ético para la mejor toma de decisiones. Y en eso estamos.

Y por fin el breve comentario. Abel enlaza desde entradas anteriores en un tema que nos afecta a todos los que pretendemos mejorar esa práctica clínica a través de la formación de nuestros residentes. Yo tengo claro que la transmisión de conocimiento y actitudes desde nosotros, digamos los clínicos que nos creemos consolidados, hacia los clínicos que se inician en la complejidad de esa misma práctica clínica es casi de todo menos reflexiva. Qué bien nos vienen las referencias de Abel. Fijaros, por confrontación, en lo lejos que está la tutorización que ejercemos en la realidad, con lo que se señala como necesario en la tutorización reflexiva. Os dejo en ello, pero permitidme solo que haga referencia al párrafo que indica que el tutor debe trabajar sobre la identidad del residente sin encarnar un modelo de excelencia. Es decir, la excelencia es un proyecto personal. La excelencia la tenemos que trabajar cada uno para sí. Y por ello tenemos que abrir la ventana para que se desarrolle la excelencia del otro, sin pretender replicar en él nuestro propio modelo. Solo la reflexión individual sobre nuestra propia excelencia nos puede llevar a acciones en que esa misma excelencia se sume en proyectos colectivos también excelentes. El mayor de los proyectos colectivos de excelencia en nuestro medio se llama medicina clínica, pero es solo posible su verdadera plenitud por la integración de todos y cada uno de nuestros proyectos individuales. Médicos excelentes integrarán colectivos excelentes. Médicos replicadores de modelos de supuesta excelencia, al agruparse, solo serán ejecutores de planes colectivos que en algún caso pueden incluso ser exitosos, pero carentes del alma necesaria para el progreso continuo en la búsqueda de esa acción continua caracterizada por la toma de las mejores decisiones posibles en el estricto beneficio del paciente.
Hasta pronto, quizás...

domingo, 23 de enero de 2011

Para empezar

Para empezar, presentarse.
En breve y en directo puedo decir que soy un clínico algo más que maduro (nací en 1951, me licencíé en 1975) que siempre ha pretendido integrar habilidades y herramientas que fueran coherentes con el objetivo de progresar hacia la mejor práctica clínica posible. Tuve una formación clínica clásica, allá en la década de los 70, un inicio en la especialización médica en un hospital general de tamaño medio pero con voluntad de integración docente y una vocación por la investigación clínica que me llevó a compartir, en segunda línea, pero en contacto directo con la primera, los albores de la epidemiología clínica en España. Posteriormente recibí la valiosímima influencia del pensamiento de Diego Gracia y entendí la importancia de considerar los valores como elementos clave para la toma de decisiones en clínica. Ahora tengo la oportunidad de intentar aplicar esas herramientas en la mejora de la práctica clínica desde la triple perspectiva de la asistencia sanitaria, la docencia universitaria y la investigación traslacional.
Mi intención, hoy, no es más que explorar si este blog puede servir de hoja de ruta personal para ir anotando reflexiones. Ya veremos en el futuro que es lo que da de sí.
Que su contenido gire en torno a la excelencia clínica es una forma de aplicar todo ello a una tarea personal y colectiva que en este momento, además de mi propio medio profesional, se extiende a mi cooperación con un motivante proyecto ligado a una sociedad científica