jueves, 23 de junio de 2011

AT Kearny para Farmaindustria: juicios sobre sostenibilidad del SNS

El pasado 23 de mayo publiqué una entrada en este mismo blog en la que me preguntaba si habría posibilidad de un entendimiento entre clínicos, Sistema Nacional de Salud (SNS) e industria sanitaria; ya me parecía esto bastante utópico como para hablar de eventuales alianzas. La reflexión venía a cuento del denominado pulsómetro de la industria farmacéutica elaborado por Antares Consulting, en el que, cito textualmente, se recoge la opinión de 35 directivos de compañías farmacéuticas sobre el estado actual y la evolución de los temas clave del sector. Una de las opiniones vertidas por estos directivos fue que no se conocían suficientemente las tendencias del SNS y que por ello no era posible anticiparse a los cambios. Me remito a lo publicado en la mencionada entrada del 23 de mayo respecto a cuál es mi opinión sobre este punto.

Ahora resulta que tenemos acceso a un nuevo documento, que estimo pretende llenar en parte esa laguna de conocimiento. Me refiero al informe La sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud: ¿Ha dejado la sanidad de ser una prioridad social? que ha elaborado A.T. Kearny, una consultoría internacional de dirección, para Farmaindustria. Ya que este informe es público creo que puede entenderse que desde esta estructura representativa de la industria sanitaria se desean aportar elementos claves destinados a enfrentar los que el propio informe señala como formidables retos de la sociedad española en temas de sanidad.

Tras de su lectura, mi corazón se ha quedado un tanto frío. Es un informe correcto, pero no innovador, y sobre todo me parece de perfil paternalista, y eso me preocupa. Si tuviera que resumir en pocas y llanas palabras lo que creo que es su mensaje diría algo así: tenemos un SNS razonablemente eficiente y es un valor social reconocido: pongamos más dinero en él y a partir de ahora vamos a hacer bien los deberes para que no vuelva a pasar eso de que nos quedamos sin dinero para pagar. Eso sí, entre la primera parte de loa al SNS y la última de mandato de financiación, se entretiene en dar consejos al sistema para que haga mejor las cosas.

El informe ofrece un resumen ejecutivo con un cuadro en el que se establecen sus principales recomendaciones, divididas en dos grandes bloques.


En el primero se ocupa de las que denomina mejoras en la utilización de los recursos. Sugiere gestionar mejor la demanda, integrar los cuidados de salud, trasladando la carga desde la atención hospitalizada a la primaria, los cuidados socio-sanitarios y la atención domiciliaria, mejorar la eficiencia, utilizar los recursos de la e-salud y finalmente definir un modelo estable para el sector de la salud. En fin, consejos que a pesar de ser coherentes suenan solo a marco general que poco o nada innova sobre lo que ya se viene largamente señalando en los círculos profesionales. El problema no es tanto sugerir vías de mejora, sino contribuir a que su puesta en marcha sea factible.


 La segunda parte de las recomendaciones se dirige a las soluciones de financiación. La receta es simple, como ya comentaba antes: destínese más dinero a sanidad, presupuestese correctamente y evitemos en el futuro crisis como la actual.

¿Qué echo yo en falta? Pues un poco más de autocrítica y un poco menos de carga de razón propia. Es cierto que el mercado sanitario es un importante motor económico. Pero no creo que sean sinónimos mercado sanitario y sistema de salud. Un sistema de salud se basa en primer lugar en la equidad. Por tanto es un debate ineludible hablar de una cartera de servicios justa. En segundo lugar, es una falacia ligar sin más innovación tecnológica a mejoras en resultados de salud. Lo importante no es tanto la calidad de la tecnología, siéndolo mucho, como los procesos de salud a los que se dirige, y sobre todo su capacidad para modificar los resultados de esos procesos. La gestión del conocimiento necesaria para los juicios de aplicabilidad de esa tecnología reside en los profesionales, a los que el sistema, no la industria, debe alimentar. Por ello, es también ineludible hablar del profundo conflicto de interés inherente a la actual forma de tomar decisiones, y sobre todo a la forma en que el conocimento es gestionado dentro del sistema. La financiación necesaria no solo debe dirigirse a pagar la tecnología y los sueldos profesionales, sino también y de forma imprescindible a garantizar la independencia del sistema en la promoción y gestión de su conocimiento. Un tercer punto fundamental es hablar claro sobre los costes incrementales de la tecnología sanitaria. El documento poco más o menos que acepta que esta escalada es inevitable. Quizás convendría un poco de reflexión interna desde la industria sobre la verdadera naturaleza de su forma de trasladar costes. ¿Valen los tratamientos y los dispositivos verdaderamente lo que cuestan? Está claro que la respuesta va a diferir según sea la perspectiva.

¿Cómo poder unir todos estos puntos?: equidad, resultados de salud objetivos, gestión del conocimiento y asunción de costes. Pues resulta que justo eso es un SNS. La verdadera reforma necesaria consiste en asumir que la posición dominante es la del SNS, y que la fuerza de este SNS procede solo y exclusivamente de su capacidad para decidir su propio destino y su propia gestión, y no tanto de su capacidad presupuestaria. El informe acierta, como no, al señalar que es inaceptable la infradotación presupuestaria, y aún más acierta al marcar como un riesgo terrible su deslizar por la pendiente de los impagos y la simple contención de gastos. Un SNS conceptualmente fuerte es dominante y por tanto capaz de conseguir de la sociedad a la que sirve los créditos necesarios en términos de presupuesto. El problema es que todos estamos debilitanto al SNS. Es imposible seguir negando la ausencia de identificación real de objetivos conjuntos para todos los implicados en el gobierno de la sanidad. Por favor, recapacitemos un segundo. ¿Cuando vamos a llevar el verdadero debate a donde debe estar, que es en la sociedad civil? ¿Cuándo vamos a empezar a tener la valentía de hablar de manera transparente? Si queremos salvar al SNS, fortalezcámoslo, todos, incluyendo desde luego ese espectador interesado que es la industria. ¿Cómo? Empezando a compartir riesgo, implicándose. Empezando a utilizar un lenguaje con menos marketing y con más convicción de contribución a verdaderos resultados de salud. Claro que merece la pena pagar, lo justo, incluyendo el beneficio de la industria, pero para aquello que vale verdaderamente en términos de salud.

1 comentario:

Abel Jaime Novoa Jurado dijo...

Gran post. Necesario. Cuenta con migo